Somos una Escuela Popular con más 30 años de historia que trabaja en la alfabetización y la educación continua de personas mayores.

Nuestra Escuela es una asociación sin ánimo de lucro formada por educadoras y educadores voluntari@s y alumn@s con muchas ganas de aprender.

Somos, estamos, contamos...

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Nuestr@s voluntarios@s educador@s

Lourdes Frochoso Sánchez
Lourdes, que abrió los ojos en Córdoba, pero que ha vivido en Madrid casi toda su vida, es una pedagoga por vocación. Profesora de Escuela Universitaria de Magisterio, en la actualidad disfruta de una jubilación bien merecida, pero eso no le ha restado un ápice de energía ni tampoco su curiosidad insaciable, que le lleva a preguntar, aprender, saborear e ilusionarse con cada nuevo reto.

         Es una viajera alegre y vital, que busca en cada lugar ese rincón escondido que le permite un momento más de alegría en medio de la actividad. La Naturaleza, las caminatas en la montaña, la contemplación del paisaje, son otras de sus aficiones. Camina, observa, comenta y ríe.

         Ha colaborado en varias tareas de voluntariado, quizás la más singular fue la que le llevó a Brasil para trabajar durante un verano con niños de la calle. Allí aprendió y se conmovió con niños y niñas que supieron apreciar su ternura y dedicación.

         En estos días que corren -¡tres años ya!- dedica sus esfuerzos a la Escuela como educadora. Ofrece a todas sus alumnas sus conocimientos, su experiencia profesional y personal para que se sientan felices por el valor de lo conseguido. Todas ellas pueden afirmar que lo escrito aquí, y como dijo una vez Cervantes “no se aparta un punto de la verdad”.

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Es admirable ver el esfuerzo y tesón que ponen para superar las dificultades que la edad añade: manos temblonas por Parkinson y esfuerzo e ilusión por escribir con claridad y belleza.
         Aquí se puede saborear la ilusión por aprender, la alegría por la satisfacción de la curiosidad satisfecha, la gratitud por ser enseñados, la admiración y “cierta envidia” hacia quienes tienen ese bien tan preciado como es la cultura que ellos no disfrutaron en su niñez y que también nos recuerda al suerte que hemos tenido al poseerla. Merece la pena emplear algo del tiempo personal en la escuela pues recibes ilusión y gratitud, aprendes del valor de su esfuerzo y te da (me da) la oportunidad de seguir educando-enseñando y educándome-aprendiendo, como dijo Freire: “nadie educa a nadie, nadie se educa a sí mismo, los hombres se educan entre sí mediatizados por el mundo”.



 
MACARIO FUENTES CORRAL

         Este palentino ha cumplido más de sesenta años. Su edad auténtica no se dice en este artículo, quizás porque la coquetería no debe ser privativa de un solo grupo de género.

         A lo largo de su vida ha desempeñado multitud de oficios. Ha sido albañil, ha trabajado en panadería, ha practicado la metalurgia y los montajes eléctricos, esos que te dejan a veces asombrado por su complejidad y que, al final, funcionen como de milagro. En la actualidad es un “jubilado por anticipación”. Durante muchos años ha vivido en Vallecas, lo que hace de su persona una memoria viva del desarrollo del barrio.

Ha colaborado en la Asociación de Vecinos, en AMPAS, en la mancomunidad,… Apenas puede existir una ONG cercana que no haya recibido su aportación desinteresada.

                  Podemos verle todos los días en la escuela; siempre ocupado, siempre con una sonrisa, una frase divertida, un saludo amable dicho con esa voz profunda, de hombre amante de la Naturaleza, porque esa es una de sus pasiones. El campo, pedalear en una bici y leer todo lo que puede, preguntar lo que no sabe o, si lo sabe, desea comprobarlo, aportar su opinión sencilla, pero reflexionada en muchos momentos,… Todo eso forma parte del Macario que vemos a diario desde hace siete u ocho años.
        
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         [Del voluntariado en general y de sus tareas cotidianas, opina]

         Un hecho real es que apenas tenemos tres o cuatro hombres y para mí no es real a nivel cultural, sino que se debe a la cultura que durante tantos años nos inculcó el antiguo régimen y la religión.

         El voluntariado en general es formidable por todo el esfuerzo que tienen que hacer las compañeras y compañeros que viniendo desde muy lejos y (algunos) casi sin tiempo para comer ni descansar, vienen a impartir clases.


MARÍA JOSEFA MAYORDOMO JOVER [PEPA]

         A pesar de su larga vida en Madrid Pepa no se ha desprendido del todo de su acento valenciano. Su afición por la lectura le ha llevado a realizar el mejor trabajo que hubiera podido desear: llevar la Biblioteca de un departamento ministerial. Pero la lectura no lo es todo, además es una enamorada del cine y de los viajes. Pero entandámonos, de los viajes que se emprenden para conocer personas, costumbres, comidas, charlar con los habituales del lugar y entablar una relación momentánea y llena de calor con ellos.

         Durante catorce años ha visto las paredes de esta escuela y muchas alumnas han podido disfrutar de su dedicación. Muchas han podido leer y escribir gracias a su tesón y muchas también han sabido entender los acontecimientos más relevantes de la actualidad gracias a sus explicaciones y comentarios. Su alegría ha sido grande cuando sus alumnas han podido leer los nombres de las calles o de las estaciones del Metro, cuando han podido escribir la lista de la compra sobre un papel y luego leerlo para comunicar su pedido.

         Desde su juventud ha colaborado con ONG con la decisión de compartir su tiempo con las personas que no han podido disfrutar de las oportunidades que ella sí ha tenido. Para Pepa es gratificante la relación que se crea en el grupo, el movimiento de cariño, amistad, gratitud, que se crea en el momento de compartir lo que cada uno sabe.

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         Cada día me sorprendo del afán que tienen por aprender, por no cometer faltas de ortografía, y por estar enteradas de los acontecimientos sociales, políticos y culturales de nuestro tiempo, quieren que les cuentes, que les expliques…Actualmente llevo los grupos V y VI que son los grupos más altos; la mayoría son mujeres, menos un varón, que a los diez años estaban ya trabajando o cuidando de sus hermanos porque en su casa necesitaban un jornal. Me contaba una de ellas que en su casa eran tan pobres que cuando murió su padre sólo le pudieron poner en señal de luto unos calcetines negros.

         Creo que compartir lo que se tiene en un mundo tan deshumanizado, tan poco ecuánime, en el sentido que me pregunto muchas veces ¿por qué he nacido yo en este hemisferio del mundo y dentro de una familia de clase media y no en medio del desierto, la selva o dentro de una familia pobre? Me lleva a aportar mi granito de arena a hacer feliz a los que me rodean.

         ¡Cómo admiro a las personas que dejan esta parte del mundo civilizado y se van a compartir su vida al otro!


CRUZ REDONDO BENITO

         Madrileña de nacimiento, de los pocos que pueden enorgullecerse de pertenecer a esta ciudad acogedora, que acepta a todos los que tienen voluntad de ser aceptados.
         Antes de prejubilarse (palabreja inventada por los nuevos tiempos) trabajó en Standard Eléctrica. Siguió con su trabajo resistiendo el nuevo nombre, Alcatel, con el que fue bautizada. Las centrales telefónicas que se vendían a los distintos operadores saben bien quién es esta chica dispuesta, con una gran curiosidad y amiga de conocer nuevas experiencias.
         La lectura y el cine son sus placeres cotidianos. El viajar también, aunque últimamente no le dedica el tiempo necesario. Aún así, su imaginación suple con creces esta falta.
         Después de colaborar durante unos años con Cruz Roja en una casa de acogida para mujeres inmigrantes, una amiga le pone en contacto con la Escuela y se apunta con ilusión. Los grupos I y VI han sido los beneficiados de su tarea diaria. Todos los días de clase recorre el trayecto desde la zona Centro de Madrid hasta Vallecas Villa para compartir con todos nosotros su ilusión y su sabiduría, ambas extraordinarias.

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         El voluntariado para mí ha significado la oportunidad de mantenerme en contacto con la sociedad cuando dejé de trabajar y con ello dejé también de relacionarme con muchos de mis compañeros.
         Además, tanto en mi trabajo con Cruz Roja como en la Escuela, he tenido la oportunidad de conocer a gente con la que, a pesar de no tener en principio nada en común, se crean lazos afectivos basados por mi parte fundamentalmente en la admiración de ver el afán de superación de las mujeres de la escuela y por parte de ellas imagino la satisfacción que les produce el que alguien se esfuerce desinteresadamente en hacer algo que a ellas les beneficia.

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